A lo mejor para quienes hablan de Marca Ciudad, el término y todo lo que encierra se da por supuesto y hasta por hecho, dado que –al menos- la comunidad ha oído sobre la bien famosa Marca País, o intentos de esto.
Pero es asombroso darse cuenta que un concepto tan acotado y sumamente referente de lo que en sí mismo suena: “la marca de una ciudad”, así, tal cual dicho, no alcanza a dejar en claro todo lo que encierra, envuelve e implica. O quizás, no ha sido bien difundida la intención que hay detrás de este honorífico título.
Vamos a ser más específicos. La Marca Ciudad es mayormente entendida como la alineación casi exclusiva con las tareas de promoción turístico-vacacionales que pueda hacer el Gobierno o la entidad al mando de una comunidad, y si bien es cierto esta es una arista fundamental del objetivo del trabajo que requiere la Marca Ciudad, no es el todo, ni el más importante.
La mayoría de las personas pertenecientes a una comunidad que son consultadas por este concepto, asimilan el tema turístico como el único, si no el más importante eje vinculado al desarrollo de una ciudad y la creación de su marca, como si el hecho de atraer turistas fuera la única finalidad de la exhaustiva y ardua tarea de crear todo un concepto integral para dar forma a una ciudad y mostrarse al resto del país y/o mundo.
Sabemos que el turismo es un punto de alta dignidad e importancia en esto, sin embargo, la creación, construcción, desarrollo y mantención de una Marca Ciudad pasa por varias aristas que sin una correcta adecuación mutua y coordinación “holística”, no alcanzarían importancia en lo que a pertenecer a una comunidad implica.
Esto es, si no potencio la unión e integración de una multiplicidad de variantes que son significativas dentro del vivir y habitar una ciudad, no hay Marca Ciudad. No existe. No funciona.
Turismo es clave, pero sin seguridad ciudadana (por ejemplo) no hay turistas. Turismo da ingresos comunales, pero sin atractivos diferenciales que atraigan gente a vivir permanentemente en este sitio “turístico”, no hay trabajo ni identidad local para trabajar el turismo.
Paisajismo, logística, calidad de vida, instalaciones, marketing urbano, buena posibilidad educacional y de cobertura de salud, transporte, ausencia de contaminación, densidad poblacional, ruidos, por nombrar algunas, son parte de la oferta que, primero, debe tentar a la gente a vivir en dicha comunidad, luego, identificarse con ella, y por fin, querer y saber promocionarla (tema que pasa por la educación interna para promoción), porque ya están convencidos que su ciudad alcanza la envergadura suficiente como para salir al resto del mundo.
Luego pensamos en turismo, o paralelamente, pero es necesario entender que este factor es consecuencia de los anteriores. Es difícil potenciar el turismo en una ciudad sin que primero ofrezca el resto del abanico de las comodidades e infraestructura, a menos que la elección sea ir a un sitio que precisamente no es ciudad. Válido igual.
Por: Carol Troll R., Periodista | Comunicadora| Editora de contenido especializados